Como ser padres más asertivos!
Cuando recién llegan nuestros hijos a nuestras vidas, los padres solemos inconscientemente establecer muchas expectativas e ilusiones sobre ellos y todo lo que hagan nos parece sublime. No podemos ni imaginarnos que alguno de ellos pudiera voltearnos la vida de cabeza.
Ellos van creciendo, sacando a relucir sus fortalezas y debilidades y en algunos casos sus debilidades pueden resultar más notorias que sus fortalezas, sin embargo, en muchas ocasiones tratamos de convencernos de que eso no es real, y nos cuesta aterrizar en la realidad. Algunos padres podemos ser más o menos objetivos que otros o tener una mente más o menos abierta, pero a todos nos resulta igual de angustiante cuando uno de nuestros hijos no avanza al mismo ritmo que el resto y es diagnosticado con algún cuadro fuera de lo que esperábamos, que implica una educación diferenciada. Nos toca enfrentarnos a una situación que no estaba en nuestro esquema y sobre la cual no tenemos la menor idea de cómo enfrentarla, pero que al parecer se instaló en nuestra vida sin pedir permiso. Empiezan a rondarnos miles de preguntas y dudas, no tenemos idea de qué camino seguir, si las decisiones que tomamos son las adecuadas, nos sentimos los responsables de su futuro, y nos agobiamos. Todo esto y muchas interrogantes más sacan a relucir nuestros miedos y frustraciones.
No nos damos cuenta de lo fuertes que podemos ser hasta que simplemente no nos queda otra que serlo. Como la mayoría de mamás y papás que atraviesan por situaciones similares, me costó muchísimo enfrentar la realidad que la vida me planteaba. Sin embargo, tantos años después, me gustaría sugerir algunas ideas que considero importantes y que te permitirán ayudar a tu hijo o hija a avanzar hacia la autonomía, siendo como son.
La convivencia con cualquier niño que presente una necesidad educativa especial, cualquiera que sea, es un niño demandante y agotador e implican una convivencia complicada llena de obstáculos que por lo general nos hacen olvidar que nosotras mismas existimos, dedicando el mayor porcentaje de nuestros pensamientos a encontrar la mejor forma de obtener la ruta adecuada para ayudarlos a avanzar. Ellos necesitan de nosotros una y otra vez, pero hay buenos motivos para considerar que tan importante como pensar en él o ella, es pensar en ti. Sí, en ti. Leí una vez en un libro de Brenda Boyd un consejo que me resultó útil y traté de poner en práctica en la medida que pude. Decía lo siguiente:
Consejo "nevera"
¡Piensa en ti cómo si fueras una nevera llena de comida! Cuando está bien abastecido, tienes mucho que dar, no sólo a tus hijos, también a las personas importantes de tu vida, cuando ellos lo necesitan. El problema es que cuanto más das, menos abastecido estás. Si no la vuelves a rellenar, cada vez tendrás menos que ofrecer y un día, quizás, no puedas dar nada. Así que de vez en cuando "échale un ojo a tu nevera". Mantente "lleno" con las cosas que necesitas, así estarás en posición de dar a tu hijo lo que él necesita.
Márcate hacer cosas de forma regular sólo para ti: Tiempo libre, ir al gimnasio, tomar un baño relajante, ver una película, ira a pasear, escuchar tu música favorita... Cualquier cosa que te haga sentir bien y te aporte bienestar. Y si de repente te sientes culpable, ¡No lo hagas! Repítete que estás abasteciendo tu nevera para poder ofrecerle más a las personas que amas.
Esta idea caló en mí, porque es cierto, que sólo podemos estar bien con los demás en la medida que estemos bien con nosotros mismos, y dedicándonos un tiempo al día podemos sentir que tenemos una vida propia, disfrutar de algo que nos haga ilusión y así poder continuar recargados en la tarea de brindar soporte a nuestros hijos. Al comienzo me resultaba complicado encontrar espacios y tuve conscientemente que poner alarmas para indicarme que era tiempo de hacer algo para mí y establecer horarios. Dedicaba a veces sólo 15 o 30 minutos, pero trataba de tener mi espacio a diario y fue un consejo que me ayudó mucho. Disfruto la lectura de una buena novela que lleva mi mente a un mundo imaginario y divertido; adoro bordar, es como si mi mente se detuviera en ese preciso momento y no pensara en otra cosa que en las puntadas y los colores y también me relaja mucho nadar.
Estoy convencida que nuestros hijos además de necesitar a una mamá tranquila en la medida de las posibilidades, y del gran amor que les brindamos, necesitan también disciplina y estructura, ingredientes básicos en la crianza de todo niño y que por tener dificultades no debemos dejar de lado. Otro factor imprescindible es el que nosotros adquiramos conocimientos profundos sobre la forma en que sus cerebros funcionan. Es evidente que el sólo título de mamá o papá no nos proporciona esos conocimientos, aunque he oído a mamás decir, que por ser mamás saben todo lo que sus hijos necesitan. Yo no creo que esto sea así, porque nadie nació con un manual bajo el brazo. El instinto y la intuición juegan un papel importantísimo en nuestras decisiones, sin embargo no pueden estar separadas del conocimiento teórico porque este nos permitirá leer mejor a nuestros hijos, planificar las intervenciones adecuadas o saber cómo actuar ante tal o cual situación con mayor confianza al sabernos capacitados.
El conocimiento es la mejor herramienta que podemos adquirir para enfrentar son seguridad y de forma objetiva la situación de nuestros pequeños con necesidades educativas especiales. Soy terapeuta y trabajo con niños con distintas condiciones, pero no me canso de repetirles a los papás, que si bien la terapia es importantísima en un período de sus vidas, y que es muy importante llegar a especialistas y profesoras comprometidas, las terapias no se mudan a nuestras casas. Necesitamos convertirnos en "expertos en nuestros hijos" para que además de tener el conocimiento teórico que le facilite el práctico, seamos capaces de leerlos correctamente, identificar las causas de sus dificultades anticipándonos a ellas, para así poner los medios que los ayude a avanzar. Yo tengo clarísimo que las 24 horas del día nos proporcionan oportunidades valiosas en las que nuestros hijos pueden aprender aquello que les cuesta. Sus pataletas, sus reacciones desproporcionadas, sus frustraciones, la forma en que necesitan comunicarse, su organización y planificación, el enfrentarlos a sus dificultades sensoriales, entre muchos otros aspectos. Existen muchos libros, videos o conferencias que nos proporcionan este conocimiento que necesitamos. Déjate orientar por una buena profesional y de cada aproximación anda armando tu propia estrategia, eliminando lo que no sirve e incorporando lo que les resulta útil, siempre con una actitud objetiva y ecuánime, viendo la realidad como es y no como quisieras que fuera. Ayúdalo a avanzar de lo simple a lo complejo, planteándole varios pasos previos y no poniéndole la valla baja. Cuanto más segura o seguro te sientes tu de tu intervención, tu hijo o hija lo percibirá y habrá un clima más relajado que facilite la interacción en el día a día.
Debemos comprender cómo es que funciona cada uno, encontrando el equilibrio entre protegerlos de aquello que los abruma en determinado momento y de sobreprotegerlos al punto de hacer las cosas por ellos no dándoles la oportunidad de desarrollar su planificación motriz, la tolerancia a ciertos estímulos sensoriales o el que se enfrenten a aprendizajes que les resultan complicados, porque la única forma de que ellos alcancen el éxito es enfrentándolos con acompañamiento a aquellos que les resulta complicado.
Somos los padres quienes estaremos acompañándolos hasta la adultez y quienes iremos orientando a sus maestros cada año para que nos acompañen y ayuden en esta tarea de educar a nuestros hijos con dificultades.
Todo esto no significa que no vayamos a frustrarnos nunca más. Sucederá porque somos de carne y hueso y es parte del proceso. Cuando esto te pase, lo mejor que puedes hacer es tomarte un "tiempo fuera". Tú, no tu hijo, porque la frustración es sólo tuya. Aléjate de la escena por un momento, tomate un espacio para relajarte, tomar aire y poder continuar. Si no puedes salir de casa en ese momento, aunque sea entra al baño y muerde la toalla, pero date ese espacio para renovarte sin explotar con tu hijo.
Cuando pasan los años uno se pregunta...¿Quién aprendió más de quién? ¿Él o ella de mí o yo de esta situación que la vida me planteó?
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